viernes, 8 de mayo de 2009

Oh, my god!



Ojalá fuera que en este caso la mayoría estuviera en el no sabe/no opina pero ni hablar, todo el mundo habla, juzga y comenta y hasta saca provecho de la situación.
El Padre Alberto - el sacerdote más mediático del momento - ha desatado la polémica en Estados Unidos y el mundo con su infidelidad develada.

La verdad que a mí, humilde feligrés, el tema del pecado de tal o cual hermano en la fe no me corresponde juzgar y no lo haré. Bastante tiene ya en la conciencia el padre como para que venga cualquiera y le tire más piedras. Lo que sí me parece digno de comentar es las ideas que algunas personas han deslizado en los medios y que son barbaridades peores que lo que dijo una Miss sobre Confucio y la confusión.
Algunos han celebrado el hecho porque dicen que así se demuestra que el celibato sacerdotal es utópico. Casi como decir que porque fulano le fue infiel a su mujer, la fidelidad matrimonial no es conveniente ni posible para nadie.
Hay quienes han dicho que la Iglesia ha perdido credibilidad y actualidad. Otros, como el Puma Rodríguez o Emilio Stefan hasta le recomiendan casarse y seguir difundiendo la fe. Esto es un circo.
Yo casi no quería decir nada sobre el tema para no echar más leña. Pero es verdad que conviene decir una idea sencilla: Nadie está libre de cometer un pecado y por lo tanto nadie tiene derecho a reprochar nada a los demás. La corrupción de lo bueno es pésimo y más aun si está magnificada por los medios de comunicación.
Distinta historia la del padre Martín, que hasta ha hecho mofa de sus aparentes tropiezos. Por lo menos, parece que el padre Alberto salió a pedir perdón y habrá que rezar por él. Que luego no nos salga con terminar pensando como vive.