jueves, 7 de marzo de 2013

Se nos fue...

Soy Chávez pero no chavista. Se murió Hugo y yo no me alegré, pero sí me quedé tranquilo. Un dictador menos, pensé.
Reconozco el liderazgo de Chávez, ese poder para convocar seguidores, presidentes e inversiones. Es increíble como, a pesar de lo ridículo que normalmente era, pudo mantenerse en el poder. 
Creo que mucho de las barbaridades que hizo tiene que ver con la riqueza del país. ¿No te has puesto a pensar en algún momento, mi querido donkey, que cómo es posible que le insulte tanto a un país y a sus presidentes (Estados Unidos) y no pase nada? Es asombrosos cómo le regalaba dinero a Cuba y a Bolivia y a Humala y a Cristina y siga con plata. No sabes, le regalaba a Cuba 100 000 barriles diarios!
Creo que, sin ese poder que tenía gracias a su economía, no hubiese podido permitirse tanta malcriadez.

Y entonces, cerraba periódicos, nacionalizaba empresas, rompía relaciones con países como quien se levanta y dice: "Listo, hoy me saco esa espinilla"; se burlaba de los periodistas de oposición, le encantaba ridiculizar a los políticos contrarios a él.
A mí (opinión personal) no me agrada una persona soberbia. Hugo parecía serlo, sobre expuesto en sus medios, en su Aló, Presidente, todos los días, hablando y hablando, insultando... Detrás de él, una corte de personas diciéndole sí a todo, idolatrándolo. Evidentemente, tanta exposición mediática y una lucidez discutible le hacían caer en el ridículo con multiplicaciones mal hechas o niños que le ponían en aprietos.
Un sector del pueblo que le apoya porque le regalan la comida sin trabajar y una economía cuyo manejo se desconoce pero que deja dudas.
Un dictador de aquellos, pecho inflado a lo Ferrando, torpe como mono con metralleta, difusor de unas ideas socialistas enfundado en uniforme militar, discurso ególatra e intolerante abanicado con banderas de color rojo, y sobre todo patán, cien por ciento patán.
Se murió Chávez. El muerto siempre es mejor de lo que era en vida. Se ha declarado duelo en varios países, incluso en Perú y no sé porqué. Pero yo no me como el cuento de que era un fervososo creyente y de que toda Venezuela llora, algunos llorarán de alegría, seguro, eso sí.