martes, 12 de mayo de 2009

Julio Ramón y César Abraham

Hoy me llamó un amigo que estaba medio perdido hace tiempo y, como dicen los gringos, me hizo el día. Luego de hablar con él por largo rato recordé un texto de Ribeyro, el gran literato peruano. Decía Julio Ramón que las amistades las almacena uno como en cajones, de tal modo que nuestra vida está llena de cajones donde aquella intimidad no se comparte sino con el copropietario de ese lugar. Cuando reaparece un amigo se vuelve abrir el cajón que permanecía cerrado todo ese tiempo y salen de él los recuerdos, los afectos, los secretos.
Hoy se cerró también un cajón en mi vida: Murió Koki Medianero y ya no se podrá jugar más con él a la pelota. Murió en un accidente de un ómnibus interprovincial, de esos que son tan frecuentes en un país tan desordenado e irresponsable como el nuestro.

También se puede perder un amigo, incluso sin que haya muerto - y quizás en este caso peor aun - es lo más triste que te puede pasar. Es un vacío que no podrá llenar otro y que reclama, mientras sea posible, ser habitado nuevamente.
Creer que todavía tienes a ese amigo y, de un porrazo, saber que no es así, es un golpe del que es difícil recuperarse.

Y como dijo Vallejo, otro maestro,  hoy fue domingo en las claras orejas de mi burro, de mi burro peruano en el Perú (Perdonen la tristeza).