Hasta hoy, no se sabe quién mató a Walter Oyarce. Espero se sepa pronto y la justicia, esta vez, no se meta un autogol. Que quienes mataron al muchachito aliancista reciban el castigo que merece ese crimen tan absurdo. Los presidentes de la U y Alianza Lima ya intercambiaron camiseta, el Comando Svr se puso a repartir víveres y la Trinchera salió a decir que el "cholo Payet" fue expulsado por revoltoso (alucina qué revoltoso habrá de ser que no está ni para la barra brava). Miyashiro lo entrevistó y encubrió su personalidad; la familia de Walter nos permitió conocerlo un poco y el "loco David" se fue a pensar a Miami y regresó a Lima cuando Gremco entregó los videos de seguridad donde no se ve nada, ni al inepto que maneja las cámaras del estadio.
De pronto, el ministro del interior y otras autoridades dicen: Ya caracho, nada de fútbol con público, estadios vacíos! Se consuma una de las más grandes intelectuales torpezas del año. ¿En qué cabeza cabe que porque el fútbol se juegue sin gente la violencia desaperece súbitamente? Al menos, pensará el ministro, nadie morirá en el estadio... morirá afuera, pues señor ministro!
¿Y la taquilla para pagar gastos de los equipos?, ¿y la gente de Iquitos, Moquegua, Chiclayo donde el hincha más agresivo a lo mucho le tira una botella de agua al árbitro y cae a 100 metros de él? ¿Y los que queremos ir al estadio pacíficamente con nuestros hijos? Malaza tu idea, ministro.
Walter tuvo la mala suerte de ir a un estadio sin seguridad, con palcos tierra de nadie, a un espectáculo donde hay muchos que tienen al fútbol como pretexto para desarrollar sus actos de violencia. Walter murió en Ate, era hincha del Alianza, pero pudo haber pasado en Matute, con alguien de la U, nadie puede negar que Matute es peligroso hasta para los mismos aliancistas. La violencia social está instalada en el fútbol y es un fenómeno muy complejo. Prometo una segunda parte sobre el tema. Ahorita me como un clásico pero de mazamorra y arroz con leche, ese clásico a lo mucho me da dolor de panza y nada más.