Hoy se cerró también un cajón en mi vida: Murió Koki Medianero y ya no se podrá jugar más con él a la pelota. Murió en un accidente de un ómnibus interprovincial, de esos que son tan frecuentes en un país tan desordenado e irresponsable como el nuestro.
También se puede perder un amigo, incluso sin que haya muerto - y quizás en este caso peor aun - es lo más triste que te puede pasar. Es un vacío que no podrá llenar otro y que reclama, mientras sea posible, ser habitado nuevamente.
Creer que todavía tienes a ese amigo y, de un porrazo, saber que no es así, es un golpe del que es difícil recuperarse.
Y como dijo Vallejo, otro maestro, hoy fue domingo en las claras orejas de mi burro, de mi burro peruano en el Perú (Perdonen la tristeza).