miércoles, 7 de octubre de 2009

¿Señora ley?

¿Qué hace a una ley justa? ¿Cuándo estamos frente a una ley que no lo es? ¿Hay algún criterio objetivo? Parecen preguntas que corresponden a la Filosofía del Derecho y quizás lo sean pero la respuesta resulta tan importante para la vida práctica que me atrevo a decirlo en este sitio nada académico.
Lo que hace a una ley justa o, al menos lógica, es su correspondencia o concordancia con la naturaleza y las leyes que rigen a ésta. Por ejemplo, si pretendo dar una ley que derogue la gravitación universal, estaré cometiendo una barbaridad. Si quiero promover una ley que anule el derecho a la expresión o la propiedad, se tratará de una norma injusta porque la apertura comunicativa y la propiedad son rasgos propios de la naturaleza humana, son claves personales.

Ahora bien, querer promulgar una ley que faculte a una persona a arrebatarle la vida a otra creyendo que le pertenece como si fuese un anexo de su cuerpo, es una aberración.

Pues eso es lo que acaba de aprobar la comisión especial del congreso con un proyecto de ley que pasará al pleno con el saludo eufórico de movimientos feministas como Flora Tristán que defienden los derechos de la mujer atribuyéndoles otros que no les corresponde.

Un nuevo ser no es un lunar o una espinilla que le aparece a la mujer en un determinado momento. Un nuevo ser tienen valor en si mismo, independiente a la causa o la circunstancia que lo originó. Un hijo que nace siempre es motivo de felicidad y de esfuerzo. Un niño que se mata en el momento en el que se encuentra más indefenso nunca es razón de alegría. Ese aparente alivio que nace de "librarse" de esa "carga" nunca acallará la conciencia ni traerá la paz.

Si piensas más o menos como yo, hazte oir, cuéntaselo a tus amigos y haz algo por evitar esta desgracia nacional. Si no estás de acuerdo, piénsalo mejor. No es una cuestión de Iglesia Católica versus Modernidad. Se trata de una realidad innegable: el aborto siempre es un asesinato.