martes, 25 de septiembre de 2012

El precio de la verdad

No he visto ni un programa completo hasta ahora, te lo aseguro con polígrafo si quieres. No me llama mucho la atención, "en verdad", como dicen los chicos de hoy. Será que también es un poco tarde para querer ver un show bastante lento en su "dinámica" (por llamarla de algún modo) o porque lo que vayan a confesar ahí los invitados se puede leer al día siguiente e incluso ver en Internet, y ni así lo veo, "alucina"(Estoy achibolado).
El asunto es que ya se murió una invitada y Caretas está tratando de que su conductor "muera" junto al programa; Beto, por su parte, está bien enojado, se puede ver.
Más allá de la muerte de Ruth Talía, muerte que condeno como todos, el temita que me preocupa es el de siempre: cómo se ha banalizado el tema del derecho a la intimidad; o sea, en cristiano, a mucha gente le llega eso de guardar su vida privada para ellos mismos, vida íntima de la que están dispuestos a revelar incluso la partecita más oscura a cambio de dinero.
Y cómo está maleado el asunto que mucha otra gente se reúne para ver el espectáculo, para comentarlo y para lamentarse: "cómo no soy famoso y así me invitan y por 25 000 soles digo hasta lo que pienso de mi suegra".
Mala costumbre la que tenemos y reforzamos, mi querido pollino que me lees, esa de hacer tema público de un asunto que realmente solo le importa a cada persona y nada más. Lo que pasa en tu vida, lo verdaderamente íntimo debe quedar en la esfera privada y nada más. Nada bueno sale de la exposición fácil de estos temas. La verdad vale, no cuesta. La intimidad no tiene precio, no se puede comprar ni vender; hacer lo contrario trae como resultado tragedias como esta y, cuando no, problemas, mala fama... solo cosas malas.
 Burrito, mejor ve otro programa a esa hora; por último, ve a Gisela, si eres fuerte y no te da escalofríos los bailes de la señito.